Cuando vino la guerra y le llamaron a quintas, el guardia Julio García Morrazo era ya un hombre lleno de vida, como un ternero, con ganas de saltar y de brincar como un potro salvaje, y aficionado a las sardinas cabezudas, a las mozas tetonas y al vino del Ribero.
Camilo José Cela, La colmena, Barcelona, Editorial Noguer, 1963, página 169.
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