Si nadie necesita otra publicación que defina las humanidades digitales,1 no seré yo quien ensaye una nueva definición al respecto, ni quien haga acopio de tantas otras… Afirmaré, sin embargo, que las humanidades serán digitales o no serán. Así como fueron impresas en su día o no fueron más.2 Quiero decir con esto que entiendo las humanidades llamadas digitales como un tránsito natural de los viejos usos a las nuevas tecnologías y esto, claro, lleva un tiempo de adaptación y de asimilación entre los humanistas. Sobre todo, entre los más veteranos.3
El humanista digital, el primero entre los viejos humanistas en asomarse al complejo universo de las nuevas tecnologías, y digo universo incidiendo en la noción de amplio y de vasto, hace las veces de vanguardia o punta de lanza, pues, a sus antiguos quehaceres de humanista, suma el notable esfuerzo de observar y comprender un medio, a priori, impropio y hostil; un medio que apenas conoce; y un medio, no menos importante, que no le ha tenido en cuenta en su concepción y desarrollo.
Valga como ejemplo el valor semántico de las elementos del estándar HTML (nada menos): en la marca de párrafo (elemento <p>) se encuentra uno de los pocos casos con carga estrictamente literaria, es decir, humanística. Puede también considerarse la cita, elemento <blockquote>, como un reflejo del hábito de trabajo del humanista, pero el informático prefiere emplearlo para pegar unas líneas de código que, <pre> mediante, le ahorran unos segundos de maquetación. Es más, entre las novísimas incorporaciones de HTML5, se cuenta <article> y no <poem>, <play> o <story> (cualesquiera sea su forma o, mejor dicho, extensión). Evidentemente, según propone el propio W3C, quien quiera publicar un soneto de Garcilaso puede y debe incluirlo dentro de <article>, pues, lejos del término periodístico, artículo es cualquiera «cosa con que se comercia» en un punto com y, a fin de cuentas, a ninguna máquina le importa el género del escrito. Le basta con saber que el contenido es autónomo4 y, al humanista, la proposición podría tentarle y podría convencerse de que no se puede ser más neutro cuando se puede contener lo mismo una octava de Góngora que la lista de la compra de Joan Brossa si cejara, acaso, en su oficio. «Never neutral», se advierte prontamente,5 y es entonces que el humanista comprende que el medio hostil dejará de serlo sólo si interviene activamente y hace por humanizarlo. De ahí surge, entre otros, el monumental esfuerzo de las líneas directrices (Guidelines) que conforman TEI.
La Text Encoding Initiative,6 en tanto lo considera necesario y lo considera esencial, tiene en cuenta la naturaleza de los textos y provee al lenguaje de marcado de los elementos suficientes para llamar a las cosas por su nombre. No en vano un texto dice lo que dice por sus propias palabras y por la lectura que se hace de éstas desde el marco que, válgame la redundancia, lo enmarca: su género. Sucede, no obstante, que este fenómeno no le incumbe o compete al W3C. Al fin y al cabo, el propósito último de HTML5 es publicar contenido en línea, el que quiera que fuera; es decir, este estándar sólo se ocupa y sólo debe preocuparse de mostrar contenidos de manera eficiente y, por lo tanto, no hay humanista en posición de exigirle otra cosa… ¿O sí?
Lejos de relatar un combate inexistente,7 lo que aquí vengo a señalar, no sin precipitación, es el lugar en el mundo de las humanidades, a lo que me parece. Digitales o analógicas, carecen del prestigio social de otro tiempo, supongo que desplazadas por las ciencias y, de ahí, la porfía de no pocas disciplinas humanísticas por proclamarse científicas de algún modo («ciencia», valga como excusa, «en el sentido clásico de arte o técnica»). Sea como fuere su lugar,8 las humanidades se me antojan tan necesarias e imprescindibles como siempre y digo siempre cuando estoy tentado a decir nunca porque «la conciencia desesperada y lúcida de hallarse en medio de una crisis decisiva es algo crónico en la humanidad».9 O eso parece.
Me explico. Aunque me he criado frente al televisor, no recuerdo en mi vida (1979-2016) un auge tal de las narraciones como el que se vive hoy día con las series. Famosas como las comedias de Lope en su tiempo, gozan de un gran prestigio social gracias, en buena parte, al medio de transmisión que, a diferencia del medio televisivo, supone una cierta capacidad de elección: el qué y, sobre todo, el cuándo. Luego, vale más la narración si uno la escoge, la busca y la encuentra, que aquellotra que, simplemente, dan por la tele. O eso parece, insisto. El medio internáutico, pues, añade valor a la propia narración en la medida que la desprende del estigma de vulgaridad (valga por perteneciente al vulgo) que le impone el medio televisivo, cuando, salvando distancias, no puedo no acordarme del fenómeno del folletín del siglo XIX. Más allá de la fiebre que acosa por igual a unos y a otros, si entonces se daba la figura del obrero que aprendía a leer para acceder a su entrega (que no dosis) semanal, hoy, el consumidor de series aprende a desenvolverse en la maraña de enlaces que guarda, red adentro, el archivo de vídeo que busca.
Las historias, desde los griegos, son siempre las mismas. Propp lo cifró en 31 puntos. Y esto, las humanidades, lo saben de antiguo y las narraciones, por novísimos que se antojen los medios técnicos de producción y de difusión, son también viejas, pero parece que los pueblos, si el texto no va en verso, tienden a olvidar y las mismas historias de siempre pueden reformularse una vez tras otra ad nauseam. Afortunadamente. Nada nuevo, pues, para las humanidades, aunque esto y tantas otras cuestiones, al pueblo (en un sentido romántico del término), ni le interesa, ni ha de importarle: lo importante para su supervivencia es que, por medio de narraciones, pueda transmitirse valores, modelos, ideas, etcétera… La cultura, sea o no humana, consiste justamente en la transmisión de conocimientos de unos a otros. El viejo se lo cuenta al joven y el joven lo recuerda. Así llega a nuestros días el romance de la doncella guerrera. El viejo se lo canta al joven y el joven lo recuerda. Así se forma la lírica popular10 y así, se ha escrito, sobrevivió al medievo y alcanzó la imprenta. Así, en suma, se crea una tradición y toda creación cultural, tarde o temprano, interesa al humanista. Parece, de hecho, que fueron los humanistas vernáculos los primeros hombres de letras que prestaron atención a la tradición oral y parece, de hecho, que los humanistas digitales están siendo los primeros individuos en la academia que prestan atención a la tradición digital y va, en ésta, desde la última temporada de una serie al propio software.
Ahora bien, si le basta al pueblo con cantar romances o ver series, al humanista no puede valerle con observar y describir el fenómeno cultural, cualesquiera sea su procedencia social, sino que debe, sobre todas las cosas, juzgarlo críticamente. Ante la profusión de medios de comunicación y, por tanto, de información que llega a los muchos dispositivos digitales de un hogar, se antoja de suma importancia el juicio crítico en el individuo. Y el pueblo, como muchos individuos juntos, debería querer discernir entre los valores, los modelos, las ideas, etcétera…, que se transmite. Acaso quiera discernir si tal cuento lo contó antes Galdós, y lo hizo con más gracia, o si la fascinante manera de comportarse de la protagonista de la serie de moda será la adecuada para con los compañeros de clase. Lo sea o no, que tanto da, el pueblo, el conjunto de individuos, necesita poner en duda la información que recibe, esto es, comprender qué se propone, sopesar las partes, decidir por sí mismo.
En este punto, el humanista se erige como una figura, a mi juicio, fundamental en el conjunto de una sociedad: ya sea investigando tal obra a fondo o desarrollando herramientas que faciliten la interpretación de cierto fenómeno cultural;11 ya sea ejercitando el juicio en las aulas o juzgando críticamente El Caso de TVE, juzgo necesario en contra de la bendita variatio que los humanistas den buena muestra de juicio crítico al resto del pueblo, esto es, fuera de los muros de la academia.
Pero cómo.
Sin dejar de exagerar el trazo, advierto cierta atrofia del juicio en el propio ruïdo del mundo y en el apartamiento de las humanidades en general. Si una edad es oscura por la escasez de conocimientos y la información, en sí misma, no es conocimiento,12 la abundancia de información que mana de los nuevos medios colapsa con asombrosa facilidad el canal de la comunicación y genera, consecuentemente, ruïdo.13 Si realmente es posible que la información sea mucha alguna vez, acaso el exceso no sea nocivo tanto por el caudal de los mensajes como por la atrofia (de algún modo) de las herramientas de que dispone el individuo para posicionarse en el mundo, escoger, dilucidar y concluir por sí mismo. No en balde, a las puertas del Libro de buen amor, se advierte «Intellectum tibi dabo» para que cada uno, en el ejercicio de su libre albedrío, juzgue la obra y obre en consecuencia.
Notas
- «[i]f there are two things that academia doesn’t need, they are another book about Darwin and another blog post about defining the digital humanities» (Fred Gibbs, Digital Humanities Definitions by Type, 2011).
- Peco, con perdón, de etnocentrismo.
- Los he oído quejarse: «¿Y qué ofrecen esos soportes magnéticos, esos códigos deleznables que en pocos años han trasnochado, frente a los quinientos años del papel de mi incunable? ¿Y qué me dice del TESO, que ningún aparato es ahora capaz de abrirlo? ¡Cuánto dinero y cuánto tiempo malogrado!». Etcétera.
- «The <article> tag specifies independent, self-contained content» (W3C, HTML5: <article>).
- Honn, Josh, Never neutral, 2013: «But technology is never neutral and I’m starting to see pause and critique as part of my charge, too».
- Iniciativa para la codificación de textos.
- «[…] es importante que nos tomemos el tiempo para reflexionar acerca de nuestras prácticas. Estamos en un verdadero momento de establecimiento de nuestro campo. Esta situación debe invitarnos a una reflexión objetiva y neutral, matizada y precisa y que, lejos de un combate inexistente, siente las bases para el desarrollo de las Humanidades Digitales en los distintos países de habla hispana» (Elena González-Blanco García y Gimena del Rio Riande, Introducción a las Humanidades Digitales, 2016).
- Yo lo miro desde un pueblo del Vallès (interior de la provincia de Barcelona).
- Benjamin, Walter, Libro de los pasajes, XIX.
- También es larga la discusión sobre la definición y naturaleza de la lírica popular o lírica tradicional.
- No pocas perspectivas abrirá el estudio e interpretación de la big data en el campo de la literatura. Cuantificarla, sin duda, puede sumar todo un nuevo paradigma (si cabe).
- «Parece que fue Albert Einstein quien dijo que «la información no es conocimiento». Cuánta razón tenía, los datos necesitan ser analizados para que se les pueda extraer el valor que contienen» (Jordi Torres i Viñals, Del Cloud computing a la Big Data, 2012, página 29).
- «En semiología, interferencia que afecta a un proceso de comunicación» (RAE, Diccionario: ruido, 2014).