–No me han pagado mucho –respondió rozando la mentira–. Pagué una entrada. El resto está financiado.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro primero, 5, página 98.
–Cómodos plazos mensuales –sentenció ella–. Así fue como tu padre terminó en bancarrota. El médico dijo que murió de un ataque al corazón; pero no fue eso. Tenía el corazón destrozado. Tu padre fue al asilo de indigentes en cómodas cuotas mensuales.
–¿Cuál es la otra posibilidad?
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro primero, 37, página 488.
–Que nosotros mismos completemos el trabajo de destrucción de nuestra propia especie –respondió Bateman con serenidad–. En realidad creo que es muy posible, porque ya estamos demasiado dispersos. Pero el hombre es un animal gregario, social, y acabaremos por congregarnos. A menos que seamos muy afortunados para hacer el relato de los que hemos sobrevivido a la gran plaga de mil novecientos noventa. La mayoría de las sociedades que se formen tenderán a ser dictaduras primitivas gobernadas por pequeños césares. Tal vez unas pocas sean comunidades ilustradas, democráticas, y te diré con exactitud cuál será el requisito necesario para una sociedad de esa naturaleza en los años noventa y primeros del dos mil: una comunidad con suficientes técnicos para volver a encender las luces. Eso puede hacerse y con bastante facilidad. No se trata del día siguiente de una guerra nuclear, con todo destrozado. La maquinaria aún sigue ahí, aguardando a que se presenten las personas que sepan reparar los enchufes y empezar de nuevo todas las cosas. Todo depende de cuántos supervivientes sepan manejar la tecnología.
[…] Había quedado perturbado por la visión de Bateman de centenares de pequeños enclaves de personas, algunos de ellos militaristas, viviendo en un país donde millares de armas terribles yacían alrededor como las piezas de un juguete de montaje.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro primero, 37, páginas 494-495.
[…] ¿Quieres que te cuente lo que la sociología nos enseña acerca de la raza humana? Te lo sintetizaré. Muéstrame un hombre o una mujer solo y te mostraré un santo. Que sean dos y se enamorarán. Que sean tres e inventarán una deliciosa institución llamada «sociedad». Que sean cuatro y construirán una pirámide. Que sean cinco y convertirán a uno en paria. Que sean seis y reinventarán el prejuicio. Que sean siete y en otros tantos años reinventarán la guerra. Es posible que el hombre haya sido hecho a imagen de Dios, pero la sociedad humana fue hecha a imagen de Su antagonista y siempre trata de volver a las andadas.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro primero, 42, página 545.
[…] La mujer se hallaba a merced de su cuerpo. Era más pequeña. Solía ser más débil. Un hombre no podía quedar embarazado, una mujer sí. Y una mujer encinta es un ser humano vulnerable. La civilización había facilitado una sombrilla de cordura para que ambos sexos se refugiaran debajo de ella. Liberación… esa palabra lo decía todo. Antes de la civilización y su prudente y humano sistema de protecciones, las mujeres habían sido esclavas.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro segundo, 46, página 740.
–¿Qué realidad?
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro segundo, 46, páginas 771-772.
–Los trenes y aviones al completo rara vez se estrellan –dijo Glen.
–¡Menuda estúpidez! –chilló Harold.
–En modo alguno –replicó Glen con calma–. Ésa era precisamente la teoría de Staunton, y el ordenador la corroboró. En las ocasiones en que aviones y trenes se estrellan, los vehículos viajan con el sesenta y uno por ciento de su capacidad en cuanto a pasajeros. Cuando hacen el recorrido sin novedad, el porcentaje es del setenta y seis. Hay una diferencia del quince por ciento en gran número de casos computadorizados, y esa especie de desviación es significativa. Staunton señala que, desde un punto de vista de las estadísticas, una desviación del tres por ciento daría ya que pensar, y tiene razón. Es una anomalía del tamaño de Texas. Staunton llegó a la conclusión de que la gente sabe qué aviones y trenes van a estrellarse… y que, de manera inconsciente, están prediciendo el futuro.
La belleza de la manía religiosa es que tiene el poder de explicarlo todo […] La manía religiosa es uno de los pocos medios infalibles para responder a las incongruencias del mundo, porque elimina por completo el puro accidente. Para el maníaco religioso, todo está hecho a propósito.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro segundo, 48, página 867.
–Por Dios, Glen, todos somos americanos…
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro segundo, 50, página 908.
–No; ahí es donde te equivocas […] Somos un puñado de supervivientes carentes de gobierno. Somos una mezcolanza de grupos por edad, religión, grupos raciales y sociales. Gobierno es una idea, Stu. En verdad no es más que eso, si le despojas de la burocracia y de todas las gilipolleces. Iré todavía más lejos. Es una inculcación, un sendero de recuerdos. Casi todas esas personas creen todavía en el gobierno por representación, en la república, en lo que ellos consideran «democracia». Pero eso no durará mucho. Al cabo de cierto tiempo, todos empezarán a tener reacciones: el presidente ha muerto, el Pentágono está por alquilar, nadie debate nada en la Cámara ni en el Senado, excepto las termitas y las cucarachas. Nuestra gente de aquí despertará y verá que los modos antiguos han desaparecido y que ellos pueden reestructurar la sociedad de la forma que prefieran. Debemos captarlas antes de que despierten y hagan una tontería.
[…] La supergripe, de la que podemos culpar a la estupidez de los humanos, y poco importa si fuimos nosotros, los rusos o los letones. Quién vació la redoma carece de importancia ante la auténtica realidad: al final de todo racionalismo está la fosa común. Las leyes físicas, las biológicas, los axiomas matemáticos, todo ello forma parte de la trampa mortal porque nosotros somos lo que somos. De no haber sido por Capitán Trotamundos, habría sido por cualquier otra cosa. La moda está en culpar a la «tecnología»; pero ésta es el tronco del árbol, no las raíces. Las raíces son racionalismo, y yo definiría así esa palabra: racionalismo es la idea de que siempre podemos comprenderlo todo respecto a la condición de ser. Es una trampa mortal. Siempre lo ha sido.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro segundo, 52, página 1039.
–Es como cualquiera que se cruza contigo por la calle. Pero cuando sonríe los pájaros caen muertos de los cables de teléfono. Si te mira de determinada manera, la próstata deja de funcionar y la orina te escuece. Dónde él escupe la hierba se seca. Está siempre fuera. Nació del tiempo y ni él mismo sabe de dónde. Tiene el nombre de mil demonios […] Su nombre es Legión.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro segundo, 55, página 1147.
–A veces pienso que madre Abigail estaba chalada.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro tercero, 72, páginas 1439-1440.
–Quizá lo estuviera –admitió–. Si lees tu teología, descubrirás que a menudo Dios prefiere hablar por boca de moribundos y dementes. Incluso sospecho, y aquí aflora el jesuita oculto, que existen buenas razones psicológicas para ello. El loco, o el agonizante, es una persona con la mente totalmente distorsionada. Una persona sana podría filtrar el mensaje divino, alterarlo con su propia personalidad. En otras palabras, una persona sana podría ser un desastroso profeta.
Mientras miraba a Peter pensó: Quizá si le contamos lo que sucedió, él lo transmita a sus hijos. Les avisará. Queridos hijos, las armas son mortales, producen quemaduras y enfermedades por radiación y una peste negra, asfixiante. Son muy peligrosas. El diablo implantado en el cerebro del hombre guió las manos de Dios cuando se fabricaron. No juguéis nunca con ellas, hijos míos, por favor. Nunca más. Aprended la lección. Que este mundo vacío sea vuestro cuaderno de deberes.
Stephen King, Apocalipsis en la traducción de Lorenzo Cortina, Rosalía Vázquez y Gloria Pons, Barcelona, Debolsillo (Biblioteca Stephen King), libro tercero, 78, página 1579.