Cuando la Tierra apenas estaba poblada y las señales del superespectro no se veían afectadas por la estática de las señales más bajas del espectro, los hombres aprendieron a depositar gran fe en esos personajes y sus profecías […] Pero siguiendo el mandato angelical, «multiplicaos y poblad la Tierra», la especie humana comenzó a reproducirse, generando altas dosis de polución psíquica. El disco en el gran fonógrafo del cielo se rayó y se quedó rayado en el mismo surco… rayado en el mismo surco… en el mismo surco… en el mismo…
John Keel, Las profecías del Mothman en la traducción de Pablo Vergel, Salamanca, Reediciones Anómalas, 2019, página 173.
El fenómeno se nutre de la fe y de la creencia, cuanta más gente crea en platillos volantes de otros planetas, más fácil le resulta a esta fuerza menor manipular a través de pseudoiluminaciones […] Independientemente de cómo llegaran a dicha decisión en 1953, el plan de la CIA y de las fuerzas aéreas para desacreditar, degradar y ridiculizar los platillos volantes fue, visto en retrospectiva, la medida más responsable que el Gobierno podía tomar. Sin embargo, subestimaron el alcance del fenómeno y su habilidad para manipular a los humanos y generar propaganda.
John Keel, Las profecías del Mothman en la traducción de Pablo Vergel, Salamanca, Reediciones Anómalas, 2019, página 178.
MacArthur incluso hizo varias declaraciones públicas, afirmando que la guerra siguiente se libraría contra «malvados seres del espacio exterior». Se le encargó a un respetadísimo think tank, la empresa Rand, la misión de introducir los datos sobre los ovnis en un ordenador y simular una confrontación con estos aviesos seres. Como no se sabía de dónde venían, cómo era su tecnología o cómo atacar sus bases, la computadora nos aconsejó que nos rindiéramos.
John Keel, Las profecías del Mothman en la traducción de Pablo Vergel, Salamanca, Reediciones Anómalas, 2019, página 223.